Me acuerdo

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Hagamos memoria. Quién más quién menos, todos recordamos muchos momentos de nuestras vidas. Hay recuerdos que son casi obligados, como la primera comunión, la boda o el nacimiento de un hijo. Hay recuerdos agradables y recuerdos tristes. Pero hay otros recuerdos que a veces se nos escapan o que se nos vienen a las mientes sin que sepamos en un principio por qué. Se dice que la memoria es selectiva, pero ¿podría ser de otra forma? La memoria no puede consistir en revivir los hechos del pasado, «tal cual ocurrieron», porque son irrepetibles. Necesitaríamos media vida para recordar la otra media, y aun así no sería igual, porque ya no seríamos los mismos. Heráclito lo dijo con claridad: «En el mismo río entramos y no entramos, pues somos y no somos [los mismos]». Por cierto, citado a menudo erróneamente como «no se puede entrar dos veces en el mismo río».

En el relato Pierre Menard, autor del Quijote , Jorge Luis Borges nos narra la historia de un oscuro escritor que tenía escritos unos capítulos del Quijote. Los capítulos eran iguales, en cada palabra y en cada coma, a los escritos originalmente por Cervantes. Sin embargo, no eran una copia. Incluso el crítico que los examinó consideraba muy superior la versión de Menard a la del autor español, «a pesar de los obstáculos, el fragmentario Quijote de Menard es más sutil e infinitamente más rico que el de Cervantes». Pero ésta es una de esas paradojas muy del gusto del escritor argentino.

También podemos utilizar técnicas mnemotécnicas, pero a condición de que se trate de series o listas de datos. Por ejemplo, para recordar la ecuación general de los gases se suele us ar la frase «pájaros volando es igual a número de ratones trotando». P ro estas técnicas no valen para aquellos recuerdos que no son susceptibles de ser aprendidos como una serie. Woody Allen se burla de ellos en su película Scoop , «Que quiero recordar este cenicero: pienso en 50 ceniceros bailando el hula-hula en una isla desierta o algo así, ¡y luego me acuerdo!»

Otra vía para activar la memoria es el inconsciente. En la película Amarcord («me acuerdo» en dialecto romañol), Fellini recrea las vivencias de su infancia introduciendo elementos fantásticos del mundo de los sueños y del deseo. El surrealismo fue una corriente artística y literaria muy influida por Freud, cuyo objetivo principal fue la liberación del inconsciente. Sin embargo, en este caso, el recuerdo poco tiene que ver con un testimonio fidedigno del pasado. Está más cerca del Rosebud de Ciudadano Kane. O del «asa nisi masa», las palabras que recuerda el director Guido Anselmo (Marcelo Mastroianni) en Fellini ocho y medio , y que le devuelven a la infancia cuando era mimado por su madre y su abuela.

De ahí el poder de sugestión y evocación que pueden tener la poesía o la música. Para Antonio Machado, su infancia eran «recuerdos de un patio de Sevilla, y un huerto claro donde madura el limonero». No se puede decir más con menos. O como esa sutil evocación del relato de James Joyce, Los muertos , en el que, tras escuchar una canción, una mujer evoca el rostro de su amante, muerto hace muchos años. Decididamente, la evocación pertenece a los dominios del arte.

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