Reindustrializar el futuro

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La industria es la base esencial para generar estabilidad en la economía y el empleo en cualquier país o región, y son estos dos factores los que facilitan el bienestar y la paz social que necesitamos. Pero es que, además, la industria es también el soporte de la investigación, el desarrollo y la innovación, y sin industria no hay investigación, y sin innovación no hay industria competitiva. Para ver dónde está la industria española, de dónde venimos y dónde queremos ir, convendría hacer una revisión de cual ha sido la evolución del sector industrial en nuestro país en los últimos tiempos.

Desde 1975, la industria ha pasado de representar casi el 40% del PIB nacional a un pírrico 15,9%. Hemos pasado de ser la décima potencia mundial en producción industrial a ocupar una posición mucho más discreta. En el contexto europeo, si descontamos el peso del sector energético, el sector industrial en España alcanzaría el 13,3% del PIB, muy inferior a la media europea del 18%, encontrándonos a la cola en producción industrial, solo por delante de Grecia y Chipre. Y todo ello teniendo en cuenta que entre 2008 y 2012 hemos perdido el 30% de nuestro sector industrial, provocado en gran parte, por la enorme dependencia del mercado nacional y su gran exposición al sector de la construcción.

Esta decadencia industrial afecta a la práctica totalidad de la Unión Europea, que ve con preocupación cómo se va perdiendo el tejido industrial que representó la prosperidad económica y social desde mediados del siglo XIX hasta la fecha; todo ello producido en gran parte por la progresiva deslocalización de las industrias para producir en países emergentes con muchísimo menor coste. Pero, afortunadamente, esta crisis, que como buen optimista diré que estamos superando, nos ha hecho cambiar la percepción y crear una necesidad europea de la reindustrialización, hasta el punto de que países como Francia tienen un Ministerio de “Recuperación Industrial”.

Tenemos un reto importantísimo que pasa no solo por recuperar ese 30% de industria perdido en los últimos 5 años, sino que nos fija como objetivo pasar del 13,3% al 20% del PIB, que es la cifra clave que maneja la Unión Europea en el Plan Europeo de Reindustrialización, lo que nos lleva a tener que aumentar en un 50% nuestra producción industrial desde hoy hasta el año 2020. Desde una perspectiva macroeconómica, esto parece imposible, pero estoy seguro de que si a todos nosotros nos preguntasen si seríamos capaces de producir un 50% mas en siete años, responderíamos que sí, y ahí es donde está el secreto para alcanzar las cifras macroeconómicas y para conseguir los objetivos de un país.

La influencia de la industria en el empleo es todavía mayor. Desde 1975, se han destruido 1,2 millones de puestos de trabajo, mientras el mercado laboral se ha ampliado en 4 millones, y ha pasado de representar el 40% de la ocupación total al 14%. En los últimos cinco años, se han perdido más de 650.000 empleos directos en la industria y otros tantos puestos de trabajo indirectos. El que la industria y la manufactura reciba el nombre de sector secundario no significa que haya de estar en segundo plano. Pero este problema de desempleo se agrava al constatar que nuestros ingenieros tienen que salir a otros países para poder desarrollarse profesionalmente, y aunque esperemos que sea solo de forma temporal, estamos perdiendo uno de nuestros pilares de desarrollo: el capital humano.

España es un país que cuenta con magníficos ingenieros. Desgraciadamente, después de haber realizado una inversión importante en su formación, no puede recoger los frutos por la falta de oportunidades laborales. Afortunadamente, hay países que los necesitan y en ellos pueden aplicar y ampliar sus conocimientos, y adquirir un bagaje profesional y personal, que esperemos que puedan desarrollar pronto en nuestro país. Para ello, es importante que establezcamos un plan de retorno de ingenieros y profesionales que los mantenga informados sobre las nuevas oportunidades que vayan surgiendo al amparo del ansiado impulso del sector industrial.

Y es que España tiene todos los ingredientes para volver a ser uno de los países mas industriales y competitivos del mundo. Tenemos magníficas infraestructuras; somos ahora un país mas competitivo en materia laboral y productiva (un claro ejemplo son las numerosas inversiones realizadas en las plantas de fabricación de vehículos, que nos sitúa en el undécimo puesto mundial con 1,9 millones de vehículos y el segundo europeo); tenemos una mano de obra numerosa, cualificada y con ganas de encontrar trabajo; tenemos los mejores ingenieros y profesionales del sector; estamos recuperando poco a poco la confianza de los mercados, y volvemos a ser apetecibles para los inversores. Además, tenemos buen clima, buena gastronomía y buenas gentes. ¿Qué más se puede pedir?

Necesitamos una política energética estable que genere confianza en los inversores, y una energía barata que no sea un lastre para la competitividad. Necesitamos acceso al crédito para la mejora tecnológica de nuestras industrias y para emprender nuevos proyectos industriales. Necesitamos una armonización y homogeneización de las normativas autonómicas y locales, que proporcionen seguridad jurídica a los inversores, sin descuidar la seguridad industrial como está ocurriendo hora. Necesitamos el fomento de la cultura industrial dentro del sistema educativo español, y esto no se consigue precisamente reduciendo a la mínima expresión la materia de tecnología en la nueva reforma educativa. Necesitamos la consolidación y potenciación de los programas conjuntos de investigación y desarrollo entre universidades y pequeñas y medianas industrias, para que estas puedan tener acceso a la innovación que necesitan. Necesitamos el fomento de la cultura de la propiedad tecnológica industrial, en la que nos encontramos a la cola europea.

Pero todo esto no sirve de nada si no va unido a la asunción de responsabilidades por todos y cada uno de los que formamos parte de esta sociedad. Ya está bien de lamentos, ya está bien de quejarse por lo que los demás no hacen. Hemos de pasar a la acción, y lo digo sobre todo por los más jóvenes, a los que muy desafortunadamente se les ha puesto la etiqueta de “generación perdida”, que entre todos debemos cambiar por la de “generación del éxito”.

Y el éxito solo es posible cuando se tienen inquietudes, se plantean retos, se asumen riesgos y, sobre todo, se trabaja mucho y de forma honrada. Este es el camino y esta es nuestra responsabilidad con la sociedad, a la que no podemos defraudar.

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