Imaginación y conocimiento

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A veces se contrapone la imaginación al conocimiento, y por lo tanto, a la memoria (“conocer es recordar”), no como facultades o actividades mentales opuestas, pero sí como si tuvieran poco que ver. La primera sería más propia de las artes, de la creatividad, ligada a la fantasía o incluso al mundo infantil. La segunda ocuparía el territorio de la ciencia o de la tecnología, del conocimiento objetivo, en suma. En el pensamiento occidental ha primado más la memoria que la imaginación. A la imaginación siempre se la ha considerado sospechosa de deformar o alterar la realidad, lo que no es del todo incierto. Sin embargo, es una de las capacidades más importantes del ser humano.

En efecto, la imaginación no está tan alejada de la memoria como pudiera pensarse. En primer lugar, para imaginar necesitamos previamente haber percibido representaciones de los objetos a través de los sentidos. En segundo lugar, porque sin recordar tales representaciones o sus combinaciones sería imposible imaginar nada. La imaginación es, etimológicamente, una representación, es decir, una nueva presentación de las imágenes. En general, casi todas las teorías psicológicas sobre la imaginación coinciden en señalar que la imagen es una forma de realidad interna que puede ser contrastada con otra forma de realidad externa.

Epicuro, en su Carta a Heródoto, sostenía que los sentidos recogían las imágenes o “simulacros” (eidolas), que desprenden los objetos en forma de átomos. Para los epicúreos, contrarios al idealismo platónico, toda sensación es siempre fidedigna, por lo que tales simulacros o imágenes son por fuerza verdaderos. Además, para el pensador de Samos, las imágenes sobrepasan en ligereza, finura y sutileza a los cuerpos sólidos y tienen más movilidad. No afectan solo a la vista, sino también al oído o al olfato. Aunque la forma en que se produce esta copia o simulacro ha variado a lo largo de los siglos, parece existir en casi todas las teorías sobre la imagen psicológica.

La capacidad de imaginar es la fuente de la creatividad, ya que per-mite crear ideas nuevas a partir de otras conocidas y lograr ascender en el nivel de conocimiento. El poder de la imaginación es lo que nos distingue de todas las otras formas de vida, es la habilidad de pensar en cosas que no están presentes a nuestros sentidos. Y también existe la creatividad en las ciencias, que se nutre de la imaginación, generando nuevas ideas o asociando conceptos sin aparente conexión previa, dando lugar a resultados originales y novedosos. El pensamiento creativo es un proceso mental que nace como producto de la imaginación, que no es inmediato y que, a menudo, requiere de muchos años para lograr responder a una pregunta aparentemente simple, que puede abrir grandes caminos el mundo científico.

Esa creatividad ligada a la imaginación también requiere de las actitudes que configuran el trabajo científico, como la disciplina y la diligencia. Es un error creer que ser creativo es una cuestión solo de libertad. Para Einstein, la imaginación era más importante que el conocimiento, y añadía que este “se limita a todo lo que ahora conocemos y comprendemos, mientras que la imaginación abarca al mundo entero, todo lo que en el futuro se conocerá y entenderá”. Aunque, tal vez haya que ser un genio de la ciencia para sostener tal afirmación.

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