El sombrío futuro del biogás

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La falta de incentivos y las barreras regulatorias comprometen el desarrollo del biogás en España, una fuente renovable a la que hace unos años se le auguraba un futuro más que prometedor

Surgen nuevos mercados, pero la crisis económica y las restricciones regulatorias no auguran nada bueno para la expansión del biogás en Europa. Así de tajante se muestra el último informe del Observatorio de Energías Renovables de la UE (EuroObserv’ER) sobre el futuro de este gas combustible que se obtiene por la descomposición microbiológica de la materia orgánica en ausencia de oxígeno y al que no hace mucho la mayoría de analistas auguraban un futuro muy prometedor, especialmente en España, donde por el hecho de contar con la segunda cabaña ganadera y una de las mayores industrias agroalimentarias del viejo continente –los principales sectores proveedores de los sustratos necesarios para la producción de esta fuente renovable de energía– se las prometían muy felices.

Sin embargo, el biogás en nuestro país puede llegar a morir de éxito antes incluso de desarrollarse, tal como lamenta la Asociación Española del Biogás (Aebig). Desde esta asociación, creada hace apenas cuatro años para defender los intereses del sector, se quejan de que la desidia del anterior Gobierno español, que no quiso o no supo escuchar a los muchos institutos y organismos públicos y privados que reclamaban un mayor desarrollo del biogás, unido la moratoria a las renovables aprobada por el Ministerio de Industria hace poco más de un año y a la posterior imposición de una serie de cargas fiscales, están condenando a esta fuente limpia a una muerte lenta, dada la ajustada rentabilidad y el elevado riesgo empresarial que ya de por sí presentan las plantas de biogás.

Y es que, pese a que Instituto para la Diversificación y Ahorro Energético (IDAE) prevé que España cuente con 400 plantas de biogás en 2020, lo cierto es que en la actualidad apenas llegan a la veintena y muchos proyectos en marcha han quedado aparcados a la espera de mejores tiempos.

Además, y aunque la aportación del biogás a la producción de energía primaria en nuestro país aumentó en 2011 en más de 47 kilotoneladas equivalentes de petróleo (ktep) hasta alcanzar las 246 ktep –en un 70% procedente de vertederos y depuradoras de agua–, España ha perdido el sexto puesto europeo a favor de la República Checa y su nombre no aparece por ningún sitio como país de referencia del biogás industrial en Europa durante el próximo lustro, a diferencia de lo que sí ocurre con Italia, Francia, Holanda, Reino Unido y Polonia, según se recoge en Biogas to Energy 2012/2013. The world market for biogas plants, un informe elaborado por la consultora Ecoporg y la sociedad de investigación Fraunhofer, ambas alemanas, que pone el foco de atención en la desaceleración del país teutón, que actualmente acumula dos tercios de la potencia mundial, como locomotora del biogás.

Un futuro complicado que, pese a todo, no impide que la Asociación Europea del Biogás (EBA, en sus siglas en inglés), prevea que esta fuente energética podría cubrir fácilmente el 2% de la demanda total de electricidad de Europa en 2020. Ni tampoco que el citado informe sobre el mercado mundial del biogás asegure que entre el pasado 2012 y 2016 la producción mundial pasará de 4.700 a 7.400 MW, o que el número de plantas se incrementará en 3.800 hasta rozar las 14.000.


Barreras que superar

Para muchos expertos, cumplir estos pronósticos pasa, de entrada, por que el biogás sea capaz de despertar el mismo o parecido interés en los Gobiernos y el mundo empresarial que otras fuentes renovables, algo que las características del recurso –residuos– o el temor a la complejidad en su tratamiento lo hacen hoy por hoy bastante peliagudo.

Asimismo, sería necesario reducir los trámites administrativos, un aspecto igualmente arduo de superar si se tiene en cuenta que la digestión anaeróbica –el proceso que per-mite la obtención del biogás– afecta a dos ministerios (Energía y Agricultura) cuyas labores no siempre resultan fácil de coordinar.

Pero también, y así lo afirma Euro Observer, por el hecho de que muchos países europeos realicen mayores esfuerzos para fomentar el desarrollo del biogás industrial mediante incentivos, aunque reconoce que no es una fórmula sostenible a largo plazo, y la eliminación de barreras regulatorias, al tiempo que se mejora la eficiencia energética y se potencia la inyección de biometano (biogás purificado) en las redes convencionales de gas.

Pero, a pesar de que estos condicionantes ensombrecen y mucho el futuro del biogás en España, sus defensores no tiran la toalla y reclaman a Industria que habilite un nuevo marco legislativo para este sector con el que poder demostrar que el biogás es capaz de convertir el problema que conlleva la gestión de las deyecciones ganaderas y otros residuos agroindustriales, la fracción orgánica de los restos de comida y los lodos de las estaciones depuradoras de aguas residuales –las principales materias primas a partir de las cuales se obtiene– en una brillante, sostenible y ecológica oportunidad.

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